"Podemos llamar buen uso de los actos de crueldad – si, sin embargo, es lícito hablar bien del mal – que se ejercen de una vez, únicamente por la necesidad de proveer a su propia seguridad, sin continuarlos después, y que al mismo tiempo trata uno de dirigirlos, cuanto es posible, hacia la mayor utilidad de los gobernados. Los actos de severidad mal usados son aquellos que, no siendo más que en corto número a los principios, van siempre aumentándose, y se multiplican de día en día, en vez de disminuirse y de mirar su fin. Un ciudadano hecho príncipe por favor del pueblo debe tirar a conservarse su afecto; lo cual es fácil porque el pueblo le pide únicamente el no ser oprimido. Pero el que llegó a ser príncipe con la ayuda de los magnates y contra el voto del pueblo debe, ante todas cosas, tratar de conciliársele; lo que le es fácil cuando le toma bajo su protección. Cuando los hombres reciben bien de aquel de quien no esperaban más que el mal se apegan más y más a él. Así, pues, e