23.30
Penetró en el bosque con la misma virulencia con la que había corrompido y desgraciado a la joven, pisando cualquier minúsculo vestigio de vida. Dejando a su paso cualquier retazo de humanidad.
Deambulaba por el bosque, sorteando ramas y árboles de gruesas raíces que se enganchaban en las ropas de su víctima,arrastrada por los brazos. De vez en cuando profirió algún que otro insulto, pero en voz baja, sobrecogido por el sepulcral silencio que pesaba como una losa. Buscaba un claro, alguna planicie donde instalarse brevemente e iniciar su excavación. Le llevó una hora hallar el lugar idóneo, pero logró vislumbrar una zona perfecta donde clavó la pala y llevó a cavo su ardua tarea. La deslizó en la oquedad y la sepultó con húmeda tierra, cubriendo por último su nacarado rostro.
Había enterrado el problema, así que caminó despreocupadamente hacia el límite del bosque. Caminó durante una eternidad, seguro de ir en la dirección correcta, estaba ya cerca del coche, y sin embargo…Estaba otra vez en el mismo claro desde donde había partido. Sudores fríos invadieron su cuerpo, pero decidido a salir de ese sitio reanudó la marcha, probando en otra dirección.
Lo intentó una y otra vez. Nada, daba igual el camino que escogiera, todos desembocaban en aquel maldito claro. Empezó a sentir miedo, de repente su mente le atormentaba con amenazadoras hipótesis… Pero no, tenía que mantener la cabeza fría, debía relajarse y pensar. Se sentó y trató de recobrar fuerzas. Cuando ya estaba calmado y dispuesto a marchar, empezó a sentir que algo le rozaba la espalda. Se incorporó de un salto, sobresaltado, y sacó su navaja para enfrentarse al insensato que había osado acercarse. Pero no se trataba de nadie, estaba completamente solo… bueno, exceptuando el cadáver que yacía a 2 metros, pero buena lección le había dado a esa fresca, trato de animarse riendo para sus adentros.
Una vez más emprendió el camino, esta vez encontraría el coche, se juró, aunque tuviera que arremeter contra cada árbol de ese pútrido bosque que parecía cambiar de disposición cada vez que se alejaba. Caminó apartando plantas y troncos secos, durante más de una hora, tratando de acallar la angustia que estaba emanando de su interior, hasta que vislumbró lo que parecía ser el límite del bosque, y corrió desenfrenadamente hasta allí, ¡su pesadilla había acabado! Y sin embargo desembocó en un río. ¿Pero dónde demonios se hallaba? En ese lugar nunca había existido un río, ¿se trataba de una ilusión? Tenía que salir de ahí, estaba empezando a dudar de sus facultades mentales. Desesperado miró el reloj, por fuerza tendría que haber pasado media noche ya, pronto amanecería y vería las cosas con claridad. Sin embargo el reloj marcaba las 00.30. No podía ser, ¡si llevaba toda la noche en dando vueltas!
Corrió como nunca había corrido en su vida, cuanto antes se alejara, antes acabaría esta pesadilla. Fue en vano, llegó al mismo claro en el que enterrara a la joven. No pudo más que caer y retorcerse desesperado, había mirado otra vez el reloj: ahora era una hora más temprano, marcaba exactamente el instante en el que le había dado muerte.
Gritó y gimió, cuando sintió que unas manos lo fijaron al suelo y acallaban su voz, sólo sus ojos desorbitados expresaban el terror que lo atenazaba. Trató de zafarse en vano, sacó su navaja que fue doblada y arrojada en la distancia. Esas manos no eran humanas, ejercían una presión descomunal, como si de cuerdas se tratase. Pronto empezó a notar los huesos del costado quebrándose como frágiles palillos y la humedad de la tierra colándose por sus orificios, sepultándolo.
Hay quien dice que en ese antiguo bosque, se alza un árbol seco, retorcido como si sus ramas serpentearan alrededor de una forma humana. Pero claro, esas son tan sólo habladurías.
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